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Intervenciones en medios de comunicación




DEPRESIÓN OTOÑAL

Entrevista a Inés González Carballo, Psicóloga Clínica, para Radio Televisión Castilla y León (RTVCyL) en el programa 'Vamos a Ver', magazine de tarde en directo.

Inés González Carballo, Directora del Gabinete de Psicología I.G.C., analiza la depresión otoñal.


1. ¿Cómo sé si tengo depresión? (diferenciar un cuadro depresivo de la tristeza)

El otoño es una época en la se suele producir un aumento en el número de depresiones diagnosticadas. La estación del año nos influye y puede condicionar nuestro estado de ánimo pero no suele ser por sí misma la generadora de una depresión, para eso hace falta mucho más. Por lo tanto, desencadena más que genera. Ese “desencadenar” tiene una explicación estacional y es que, en otoño, la producción de melatonina aumenta con la reducción de la luz solar y este incremento provoca una bajada de serotonina (conocida como la hormona de la felicidad). El resultado de mayor melatonina y menor serotonina es apatía, cansancio, somnolencia, tristeza y necesidad de comer más hidratos de carbono (dulces), lo que en conjunto se denomina “trastorno afectivo estacional”.

La tristeza es una emoción normal y natural en el ser humano. Sentimos tristeza ante situaciones de pérdida y de dolor (sea del tipo que sea). No hay que preocuparse por sentirse tristes ya que es natural, además se trata de una emoción relativamente pasajera que no se alarga demasiado en el tiempo. Además, la tristeza cumple diferentes funciones como suscitar apoyo en el entorno o propiciar la reflexión (introspección personal, muy necesaria en esos momentos).

La depresión, sin embargo, es un cuadro clínico duradero en el tiempo (meses o años) en el que la tristeza es solo uno de los síntomas que le conforman, siendo esa tristeza generalizada e intensificada. También se acompaña de otra sintomatología como sentimientos de culpa, desesperanza, anhedonia o pérdida de interés por las cosas, falta de ilusión hacia el futuro, ideas autolíticas o deseos de quitarse la vida y manifestaciones psicosomáticas (aumento o disminución del apetito, cambios en los ciclos de sueño, enlentecimiento o agitación psicomotora, dolores musculares, etc.)


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2. ¿Qué factores causan depresión?

La depresión es insatisfacción vital, es descontento con la propia vida, es vacío. La pregunta que hay que hacer en muchos casos es cuánto tiempo la persona lleva siguiendo un rumbo en su vida que no es el que quería (no hablo de tener una vida perfecta, hablo de rumbo vital, del deseo que sostiene a la persona). La depresión no es la causa sino la consecuencia de que algo en nuestra vida no va bien, nada bien y tiene que servir (¡debe servir!) tanto para replantearse el foco como para escuchar a ese deseo que muchas veces es inconsciente y está encubierto.

La depresión es un conflicto interno no resuelto en la persona que, fruto de alguna circunstancia especial como el paro, una ruptura de pareja, puede salir a la luz y dar la cara pero muy pocas depresiones, repito, muy pocas, se forman realmente de una situación repentina y presente. Por lo tanto, hay que entender que un cuadro depresivo no llega de la noche a la mañana, no es como una gripe que la incubamos en un par de días y una semana después se nos pasa. Lógicamente, si un trastorno depresivo, como hemos dicho, no se forma en un par de días, hay que ser realista, tampoco se resuelve en un par de semanas.

A veces, determinadas experiencias tempranas de carácter negativo (no me refiero a “traumas”, el abanico es mucho más amplio) conducen a menudo a sentimientos de culpa y baja autoestima desde una edad temprana. Esto fomenta que, ya de adultos, las personas partan con una mayor predisposición a interpretar hechos de manera negativa, a ser más desconfiadas, a sentirse impotentes y sin posibilidad de ejercer control sobre lo que les ocurre (indefensión aprendida), a comportarse de manera pasiva y a buscar en sí mismos las causas de los sucesos negativos (culpabilizándose).


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3. ¿Qué papel ha jugado la crisis en la depresión?

La crisis ha afectado, sin duda, al diagnóstico de un mayor número de depresiones. En atención primaria, se ha registrado un aumento cercano al 20% en cuadros ansiosos y depresivos durante los años de la crisis. Meto aquí también la ansiedad porque se produce un efecto muy curioso y es que, la ansiedad sostenida en el tiempo (la ansiedad elevada y duradera), puede acabar generando depresión. No hay que olvidar que la ansiedad es una respuesta del organismo necesariamente una situación de alerta o de peligro (ya sea real o percibido), pero si esta situación se prolonga demasiado en el tiempo nuestro cuerpo se queda sin la capacidad de mantener ese estado tan elevado de activación, es como si nuestro coche se quedara sin gasolina muy pronto y ese desgaste tan grande en términos emocionales generase una probabilidad más elevada de padecer y desencadenar depresión.

En muchas personas la crisis ha sido un elemento catalizador de estados negativos. Bien porque ha desinhibido a personas que no se permitían expresar su malestar o sufrimiento y ha conseguido romper su propia censura debido al estado generalizado de pesimismo y tristeza que se ha respirado a nivel social (licencia para manifestarlo porque “si tanta gente está mal yo también puedo expresar mi dolor”); bien porque ha servido de “coartada” inconsciente para expresar, a través de esa queja relacionada con la crisis, un sufrimiento más profundo y arraigado en el tiempo pero no expresado, e incluso no concebido hasta entonces. Esto ha provocado que, aparentemente, parezca que la crisis nos haya traído más cuadros depresivos pero la realidad es que ha desenmascarado cuadros que ya existían.

Por otro lado, también es cierto que hay casos en los que la propia crisis ha generado dramas familiares los cuales han hecho surgir situaciones muy complicadas que han afectado a la salud mental de sus miembros por sí mismas pero, una vez más, “desencadena, no genera”. Una cosa es una situación difícil y otra muy distinta una depresión.

Por lo tanto, y aunque no sea muy grato de escuchar, la verdad habla por sí misma ya que por muy mala que sea la situación que vivimos en un momento determinado, es nuestra manera de reaccionar ante ella, que viene en parte marcada del pasado, la que condiciona fuertemente la aparición o no de patología psíquica.


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4. ¿Cómo se trata la depresión? (¿fármacos o psicoterapia?)

¿Hablamos de “tratar” la depresión o hablamos de “efectividad la hora de tratar” la depresión? Si hablamos de tratar la depresión, tenemos que decir que, habitualmente, se trata con una combinación de Psicoterapia y Farmacología, pero si hablamos de efectividad a la hora de tratar, solucionar y revertir definitivamente el cuadro depresivo, entonces hay que hablar de exclusivamente de Psicoterapia.

El fármaco, el antidepresivo en este caso (como pueda ser el ISRS o un antidepresivo tricíclico), puede ser una ayuda puntual, un bastón en el que apoyarse al caminar durante un tiempo pero por sí mismo no revierte el problema, lo eclipsa parcialmente y lo enmascara pero no lo soluciona. El sufrimiento de las personas solo puede ser tratado mediante Psicoterapia.

Mi enfoque terapéutico es un enfoque en el que se va profundizando hasta resolver el conflicto de base, empezamos tratando la punta del iceberg que es la sintomatología visible (lo que a la persona le supone un alivio y mejora relativamente rápida) para después, y esto es lo importante, ir profundizando hacia las causas reales y más marcadas que han desencadenado el cuadro. De esta manera, el paciente consigue empezar a valorarse a sí mismo, a sostener su deseo y a fortalecer su yo (su estado yoico, como diríamos en términos clínicos). Esto conlleva que ante cualquier otra adversidad que pueda traerle la vida, no se desencadene sintomatología depresiva, quizás sí tristeza (eso es inevitable), pero ya no depresión.


5. Pautas que nos ayuden…

• Ante los primeros síntomas es importante pedir ayuda. Pensar “ya se pasará” es un error porque no se pasa. Esto va de la mano de que el entorno de la persona afectada no debe infravalorar lo que le pase y decirle que “son tonterías” porque eso solo debilita más la autoestima de la persona que ya de por sí estará afectada.
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• Mejorar la autoestima.
La base de un cuadro depresivo radica en una baja autoestima con lo cual, trabajando sobre esta se está trabajando indirectamente en la depresión manifiesta.

Fomentar la asertividad. Las personas que tienen depresión muestran dificultades a la hora de expresar su opinión o mostrar desacuerdo con otras personas, eso es debido a que no confían en sí mismas y no valoran sus propias ideas por lo tanto las reprimen y no las expresan lo que contribuye a aumentar su creencia de poco valor

Psicólogo ValladolidAceptar la realidad. “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma” (Jung). Nos negamos una realidad que está ahí, negamos como mecanismo de defensa para evitar sufrir pero la evidencia es que se termina sufriendo más al posponer lo ineludible.

Relacionarse. No es bueno aislarse (algo frecuente en un estado depresivo). Aunque no apetezca hay que rodearse de gente, del círculo que nos hace estar bien, no de cualquier persona (hay que ser selectos) y compartir con esas personas momentos, planes, pensamientos, etc.

Seguir haciendo las cosas que antes gustaban aunque ya no apetezcan (¡hay que activarse!). Cuando alguien se encuentra mal un error muy común es dejar de hacer todo lo que antes le ilusionaba y esperar a estar bien para hacerlo de nuevo. ¡No! Es fruto de hacer esas cosas cuando volverá a recuperar la capacidad de disfrutar de ellas. Además, la ejecución de actividades placenteras y agradables permite incrementar el nivel de energía física y mental, desenfocar la mente de los pensamientos negativos y desactivar obsesiones.

Vida sana. Ejercicio físico, horas de sueño, meditación y dieta saludable (el triptófano es una aminoácido precursor de la serotonina, neurotransmisor que influye sobre tus estados de ánimo. Incorporar alimentos ricos en triptófano como lácteos y frutos secos ayuda).

• Algo también muy importante, ya cuando la persona está en terapia, es no abandonar el tratamiento ante las primeras mejoras. Esto es algo que recalco en el encuadre de las primeras sesiones con los pacientes y, por lo tanto, no es algo habitual que yo vea en consulta pero sí sé por colegas de profesión que esto pasa. ¿Por qué? Es habitual que cuando uno se encuentra mejor ya siente que no necesita seguir con la terapia, sin embargo, las recaídas vienen en muchos casos fruto de no finalizar los tratamientos de la forma adecuada o antes de tiempo. El proceso de psicoterapia no consiste solo en que la persona se recupere anímicamente sino de promover cambios internos y profundos que reestructuren esos conflictos y no le lleven a recaer. Esto último es algo más duradero en el tiempo pero totalmente efectivo y rentable en calidad de vida.


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