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Intervenciones en medios de comunicación




PRUEBAS DE PATERNIDAD

Intervención en debate-tertulia de Inés González Carballo, Psicóloga Clínica, para Radio Televisión Castilla y León (RTVCyL) en el programa 'Vamos a Ver', magazine de tarde en directo.

Inés González Carballo, Directora del Gabinete de Psicología I.G.C., analiza diferentes aspectos de las pruebas de paternidad.


1. ¿CÓMO FUNCIONAN REALMENTE LAS PRUEBAS DE PATERNIDAD?

La prueba de paternidad es un estudio del ADN (ácido desoxirribonucleico) de la persona que tiene como objeto determinar el vínculo genético ascendente en primer grado entre un individuo y su progenitor masculino. La prueba de ADN o huella genética puede utilizarse con diferentes fines, siendo uno de ellos la verificación (o no) del vínculo en los perfiles genéticos.

Aunque inicialmente se comenzó utilizando el grupo sanguíneo ABO para demostrar la paternidad, este método daba un margen de error importante por lo que servía exclusivamente para la exclusión de la paternidad pero no para la confirmación. En el ser humano, al tener reproducción sexual, se hereda un alelo de la madre y otro del padre. La prueba de paternidad genética se basa en comparar el ADN nuclear de ambos y para determinar estadísticamente la exactitud de la prueba, se calculó el índice de paternidad, el cual determinaba la probabilidad de que existiera otra persona con el mismo perfil genético. Por lo tanto, las investigaciones de ADN permitieron usar los marcadores genéticos en la secuencia de nucleótidos del ADN genómico, llegando en 1993 a estudios genéticos del ADN que permiten saber quién era el padre genético con una certeza de 0,99998, es decir, del 99,998%.

Los marcadores que más se utilizan son las llamadas "huellas digitales" del ácido desoxirribonucleico, que son variaciones que se heredan en las longitudes del ADN repetitivo. Cuando no se cuenta con muestras del presunto padre, se puede obtener un índice de paternidad utilizando muestras de los padres paternos. También es posible obtener muestras de prenatales mediante procedimiento de amniocentesis y vellosidades coriónicas.


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2. ¿QUÉ TIPOS DE PRUEBAS EXISTEN Y QUÉ RESULTADOS PUEDEN DAR?

Podemos distinguir entre pruebas de paternidad con validez legal y pruebas de paternidad informativas:

Paternidad con validez legal. En estas pruebas el informe de resultados es completamente válido en procesamientos judiciales ya que se sigue un estricto procedimiento en el mantenimiento de la cadena de custodia en todo momento. Para mantener dicha cadena de custodia se debe acudir al centro a tomar la muestra o a un laboratorio colaborador. Por tanto, la prueba de paternidad con validez legal es la única confiabilidad judicial, sin embargo, lo único que las diferencia es el proceso por el que se toman, identifican y envían las muestras, no habiendo ninguna diferencia en el estudio biológico del ADN que se realiza en el laboratorio.

Paternidad informativa. Esta prueba consiste en realizar el estudio genético a partir de muestras tomadas y remitidas por el propio participante de la prueba, sin haber sido identificadas ni mantenida la cadena de custodia. El informe también tiene una fiabilidad superior al 99%, siendo el resultado informativo (no válido en procesos judiciales).Permite igualmente aislar ADN de restos biológicos mínimos o antiguos, como huesos, dientes, uñas, pelos, etc. La particularidad de estas pruebas es el hecho de ser realizadas por uno mismo desde el propio domicilio tras recibir el “kit” de toma de muestras con las instrucciones. La persona envía la prueba por correo postal al centro y recibe por correo electrónico el informe de resultados. Dentro de la modalidad informativa se pueden elegir diferentes grados de privacidad, entendidos estos como las diferentes posibilidades de toma de muestras (en algunos tipos de muestras a analizar la persona no tiene por qué saber que se le está haciendo la prueba)

¿Qué resultados puede dar una prueba de paternidad? Sea cual sea el tipo de prueba de paternidad escogida, solo cabe la posibilidad de obtener uno de los dos resultados:

Paternidad confirmada. El hombre de la prueba no puede ser excluido como el padre de la persona a la que se le hizo la prueba, es decir, el hombre sí es el padre.

Paternidad no confirmada. El hombre queda excluido como posible padre, es decir, el hombre no es el padre.

Puesto que un niño al nacer recibe idénticas cantidades de material genético tanto de su madre como de su padre, en la prueba de paternidad se utilizan distintos marcadores en el ADN del padre y, en caso de que sean idénticos a los del hijo, no puede ser excluido como padre biológico de la persona (en cambio, si uno de los marcadores es diferente será excluido como padre biológico).


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3. BOOM DE LAS PRUEBAS DE PATERNIDAD ¿POR QUÉ UN AUMENTO EXPONENCIAL?

En España se realizan entre 2.500 y 4.000 pruebas de paternidad al año y sus resultados, en un porcentaje cercano al 25% de los casos, confirman que el padre legal no es el biológico.

La demanda no deja de crecer, ¿el motivo? razones sociológicas, tecnológicas, económicas y, por supuesto, psicológicas.

Motivos sociológicos: el aumento de divorcios (las pruebas buscan asegurarse la paternidad antes de aceptar el pago de la pensión alimenticia), de infidelidades reconocidas (las pruebas buscan llegar hasta el final del engaño) y de inmigración (las pruebas buscan destapar casos de atribución de falsa paternidad con el objeto de obtener la nacionalidad) se convierten en factores desencadenantes del aumento de demanda de estas pruebas. La sociedad cambia y la técnica citada viene a cubrir una necesidad en auge.

Motivos tecnológicos: la gran sencillez y facilidad de llevarlas a cabo con una simple recogida de muestra (sin ser algo invasivo ni doloroso) ha promovido la mayor demanda en el mercado ya que, a veces, aunque las necesidades existen de forma previa, el hecho de acceder a ellas de manera dificultosa las convierte en poco accesibles. Por otro lado, la rapidez en obtener los resultados (un par de días) y la comodidad de realizarlo en el propio domicilio son dos puntos a favor importantes.

Motivos económicos: el abaratamiento de las pruebas ha hecho que se vea incrementada su venta en un 20% al caer sus precios a la mitad (unos 200 euros actualmente), pues aunque la prueba de paternidad sigue siendo igual de costosa (reactivos, maquinaria, equipo de laboratorio, etc.), sin embargo, el precio se ha reducido debido la proliferación de clínicas y laboratorios dedicados a ello y, es que, la paternidad también se rige por la ley de la oferta y la demanda, si aumenta la oferta, bajan los precios.

Motivos psicológicos: bajo la premisa de “la información es poder” y el aumento de la libertad individual, nace la necesidad de llevar al acto la técnica, fruto de la sospecha, con el fin de encontrar la respuesta. El poder eximirse de la vergüenza del desplazamiento a la clínica (¿si alguien me ve entrar o salir?) es un facilitador “emocional” que desinhibe. Personas inseguras, desconfiadas o dudosas de su pareja encuentran en esta técnica la solución final a una duda con la que convivían sin respuesta. Cada vez se tolera peor el engaño y esta “caza de la mentira” comulga con las necesidades individuales emergentes, buscando probar y validar no solo la paternidad sino la propia relación de pareja.

Esta paternidad lowcost, con fiabilidad del 99,99…% ha tenido una gran acogida en nuestra sociedad al encajar, precisamente, con las razones sociológicas, tecnológicas, económicas y, por supuesto, psicológicas que imperan.


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4. ¿EN QUÉ SITUACIONES SE RECURRE A SOLICITAR LA PRUEBA DE PATERNIDAD?

Cuando una persona llega a la clínica (paternidad legal) o cuando solicita la prueba para hacerlo en su propia casa (paternidad informada), es porque ya tiene claro que prefiere enfrentarse al resultado que seguir viviendo con la duda. La casuística es variable, por eso las situaciones que a un padre le llevan a recurrir a este tipo de prueba son muchas y muy diversas aunque habitualmente suelen distinguirse dos tipos de motivos:

Razones personales: Cuando existen dudas acerca de la paternidad biológica, cuando la pareja es reciente, cuando se ha tenido una época de relaciones esporádicas o bien cuando se ha pasado por una separación temporal con la pareja. En el 80% de los casos son padres de niños pequeños (muchos empujados por su propia desconfianza o por la de sus familiares).

Razones Judiciales: Problemas judiciales como peleas por hijos legítimos, divorcios, custodias, herencias, adopciones y derechos de visita suelen resolverse con una prueba de paternidad. Esta prueba también se requiere en casos de seguros médicos, casos de inmigración, beneficios del seguro social y para resolver determinados problemas (intercambio de recién nacidos en hospitales, etc.).

Hay que desterrar mitos. Cuando se habla de pruebas de paternidad, a muchas personas les viene inmediatamente a la cabeza las palabras infidelidad, promiscuidad y falta de responsabilidad. Si bien es cierto que, en algunos casos, la infidelidad marital es la responsable de encontrarse en esta situación, en la mayoría de los casos hay en juego temas económicos y relaciones mal asentadas (desconfianza, mala comunicación, celos, rencor, etc.). Por lo tanto, el aumento de este tipo de pruebas es un reflejo (siempre entendido a gran escala) de la evolución, mala evolución, de la sociedad en la que todo se cuestiona porque nada se respeta.


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5. ES LEGAL PERO… ¿SIEMPRE ES MORAL?

Las pruebas son legales siempre que las solicite un adulto que tenga la patria potestad del menor, aunque no cuente con la autorización del otro progenitor (no pudiendo ser solicitadas por otros familiares cercanos). Lo que ocurre en la práctica es que, los laboratorios privados no piden identificación a los portadores de las muestras y por lo tanto, la mayoría de las pruebas tan solo determinan si el propietario de la muestra “X” es o no es el padre de la muestra “Y”. Por eso, cualquiera que tuviera acceso a un resto biológico podría realizar un test de este tipo.

El Tribunal Constitucional enumeró las causas que podrían legitimar una negativa, entre ellas las siguientes: el grave riesgo para la salud del que ha de soportarla, la inexistencia evidente de indicios serios de la conducta que se atribuye al demandado, o la absoluta falta de necesidad de la misma cuando existen otros medios probatorios fácilmente utilizables que pueden producir el mismo bien. Siendo descartados los motivos religiosos o de conciencia, la desconfianza o la alegación de imposibilidad de acudir a la práctica de la prueba.

La clave aquí es: ¿cómo se vive dar el paso de hacer la prueba?, ¿cómo se lleva a cabo la prueba? Y ¿cómo se aceptan los resultados de la prueba? Es decir, no es lo mismo informar al menor del proceso o tomar muestras a escondidas. Tampoco es lo mismo llevarlo de una manera discreta hasta la obtención de los resultados que generar un drama que descoloque al niño antes de tiempo. Siempre que se pueda, hay que evitar hacer partícipe al menor pues se trata de un sufrimiento innecesario que, en todo caso, pertenece al padre y no al hijo. Esto no quiere decir que si los resultados niegan la paternidad estos se oculten, no, pero la delicadeza que se requiere para transmitir una información de este tipo no es la que se tiene en un momento de alteración, desasosiego, tristeza e incluso rabia. Aunque sea difícil, hay que pensar en el niño en primer lugar. En todo caso, un resultado de ADN no puede borrar de golpe todas las vivencias, sentimientos y cariño hacia él. ¿Qué es entonces la paternidad? La paternidad es más que genética, la paternidad es una experiencia emocional que ha unido a dos personas, padre e hijo, y que no tiene que verse interrumpida porque una prueba dictamine lo contrario. Este tipo de información, al menos inicialmente, debe quedar al margen del niño hasta que el adulto se sienta preparado para encontrar el momento adecuado de comunicarlo (momento que puede ser al cabo de unos días, meses o años).

Hay que distinguir dos situaciones muy distintas desde el punto de vista del menor:

Cuando el niño crece sin la presencia del padre, es decir, cuando no hay ningún vínculo afectivo entre el hijo y su progenitor y, este último, en un momento dado “reaparece” solicitando una prueba de paternidad con la intención de reconocer al niño. Aquí el impacto es notorio en el menor aunque no tiene por qué ser vivido como un trauma pues la presencia del padre viene, en todo caso, a sumar fuerzas y a aportar cuidados y atención. Cuando la situación es inversa, es decir, la madre es quien solicita el reconocimiento paterno del niño y él lo niega (o asume solo la parte económica ya que un juez solo puede hacer que pague una pensión alimenticia pero no que quiera al pequeño) esto marca al menor, tanto por la serie de disputas que tiene que presenciar como por el no reconocimiento y rechazo explícito que, sin desearlo, le toca vivir. Sin embargo, el daño no tiene por qué llegar a ser traumático si no confluyen otros factores asociados ya que, el padre nunca estuvo presente y, de alguna forma, se podría llegar a compensar emocionalmente (aunque la manera de cubrir el vacío de la carencia nunca sea equivalente, claro está).

Cuando el niño vive la renuncia de un padre que ejercía como tal. El menor, por motivos totalmente ajenos a él, se encuentra con que la persona que hasta ahora fue su padre (y, por tanto, le quiso y le cuidó) renuncia a él por anteponer el dinero de la manutención o el rencor a su expareja (madre del niño) antes que al amor que sentía hacia el pequeño. Este daño es no solo innecesario e inmoral sino que causa un profundo impacto y dolor en él difícilmente subsanable en términos emocionales. Incluso aunque en el momento no aparezcan síntomas esto no quiere decir que no pase factura a medio-largo plazo, por lo que resulta totalmente necesario prestar apoyo psicológico al niño y comenzar una terapia adaptada a su edad y situación personal.

Es fundamental tener en cuenta algo muy obvio pero muy cierto y, a la vez, muy desatendido: los niños no viven ni encajan las noticias como los adultos. No tienen sus recursos, son frágiles emocionalmente y necesitan protección y soporte afectivo. El impacto que puede ocasionar la renuncia del padre es de dimensiones estratosféricas. Para un niño,sus pilares son sus padres. Ellos son su referente, su modelo, su vida. Desmontar en un momento los roles de las personas más importantes para él es dejarle completamente desprotegido, totalmente indefenso y prácticamente al límite de un estado de ruptura interna.


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6. ¿CÓMO AFECTA AL HIJO QUE SU PADRE DEJE DE SER SU PADRE?

El niño construye y da forma a su personalidad dentro del seno familiar. Cuando se produce una separación o una renegación paterna en dicho entorno, el niño pierde sus marcos de referencia, se desubica y aparecen los desajustes emocionales y madurativos, llegando a ser estos de carácter grave en un 60% de los casos.

Factores emocionales que se modifican en el niño por la renuncia del padre: inseguridad, baja capacidad para regular sus emociones, disminución del rendimiento académico, pobre auto-concepto y deterioro de autoestima, dificultades en relaciones sociales, problemas de conducta y sintomatología clínica del tipo depresiva, fóbica, ansiosa, etc..

Como siempre, hay que subrayar que estos desajustes dependen de la casuística del menor (como la propia historia del niño, sus factores protectores y la manera que este tiene para enfrentarse a los problemas), no siendo en todos los casos una relación directa causa-efecto entre la renuncia del padre y los desajustes emocionales pero sí una relación mediada e influyente a nivel psíquico. Por lo tanto, la renuncia paterna no puede considerarse directamente como una causa intrínseca de problemas psicológicos, pero sí como un factor que hace a la persona más vulnerable a desarrollarlos.

Podemos hacer un pequeño análisis de las consecuencias que sufren los niños/adolescentes según rangos de edad y exposición a una situación de renegación paterna (lógicamente, como hemos dicho, la casuística individual impera en el desarrollo, gravedad y evolución):

De tres a cinco años (infancia temprana):
Culpabilidad. Se sienten culpables de lo ocurrido atribuyéndolo a no haber hecho alguna tarea o no haber comido. Su pensamiento mágico les lleva a desarrollar una atribución de responsabilidad imaginaria.
Miedo al abandono y a la soledad. En estas edades los padres son el universo entero del niño y la relación de pareja es el medio en el que ellos están cuidados y mantenidos. La separación también es su separación.

De 6 a 12 años, el periodo más difícil. A lo anterior sumamos los siguientes:
Consciencia de problema. Se dan cuenta de que tienen un problema y que duele pero no saben cómo reaccionar ante ese dolor. De ahí que los problemas de conducta sean maneras de comunicar ese sufrimiento no verbal.
Deseo de unión. Creen que los padres pueden volver a juntarse y presionan o realizan actos que no llevan más que a un sentimiento de fracaso o a problemas adicionales en la pareja.

En la adolescencia se incrementan y experimentan, además de las anteriores, también las siguientes:
Desajustes emocionales mayores. Soledad, depresión, culpa crónica, trastornos de personalidad, adicciones,etc.
Baja autoestima. Dudan de su habilidad para casarse o para mantener su relación.


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7. ¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENE EN LA VIDA ADULTA LA RENEGACIÓN DE UN PADRE EN LA INFACIA?

La figura de un padre ausente genera en la etapa adulta un desapego afectivo que causa una fuerte inseguridad a la hora de establecer determinadas relaciones (especialmente de pareja). Aumenta la desconfianza en los demás y la idea de proyectar una alta carga afectiva en alguien produce miedo pues se teme ser traicionados, no reconocidos o, peor aún, ignorados. El referente afectivo de los padres queda roto y desubicado generando de este modo importantes carencias emocionales.

En función del sexo, es decir, si el padre ha renunciado de un hijo o de una hija, las consecuencias serán distintas:

En el caso de ser un hijo, varón, este sufre la renuncia de su padre de niño, quedando comprometido su referente masculino adulto, lo cual bien puede generar en esta etapa una repetición en él del comportamiento negligente que tuvo su padre (renuncia, abandono, etc.) o bien una fuerte carga (moral internalizada) que le lleve a sobre-compensar sus vivencias traumáticas a través de la antítesis de lo vivido convirtiéndose en una figura paterna excesivamente cercana y protectora.

En el caso de ser una hija, mujer, esta sufre de la renuncia de su padre pero con consecuencias distintas ya que lo que queda comprometido en este caso es su capacidad para relacionarse adecuadamente con el sexo contrario tanto en la adolescencia como en la edad adulta, pudiendo suceder esto desde un doble prisma, bien evitando tener relaciones de pareja estables ante el miedo de que otro hombre la vuelva a abandonar (pero sí relaciones cortas y esporádicas), bien vinculándose dependientemente a un hombre con la necesidad inconsciente de sobre-compensar el amor que le faltó de su padre y aferrarse a él a toda costa para evitar sentir el vacío original.

En la edad adulta, el abandono o la renegación han pasado pero el vacío del padre ausente sigue ahí, a modo de sombra o fantasma, proyectándose en miedos, carencias y comportamientos afectivos limitantes, todo ello independientemente de que en el presente se mantenga o no relación con él, pues el daño está hecho.

Sin pretensión de justificar el acto irreparable, a veces ayuda y alivia comprender que el padre ausente es un hombre que no supo ejercer su rol de padre, porque nunca entendió muy bien su papel como persona. Es muy posible que no dispusiera de adecuadas habilidades, de una autoestima sana o de un equilibrio interno que le permitiera ver sus errores, afrontar sus miedos y superar sus propias carencias.

Muchas personas viven la ambivalencia de querer y a la vez odiar a su padre. Le quieren por quién es, por lo bueno que recuerdan de él pero, fundamentalmente, por el ideal que proyectan en su persona (más simbólico que real) pero a la vez le odian por lo que hizo y el daño que infringió. Es importante entender que en la vida podemos experimentar dualidades emocionales hacia una misma persona y que, ante todo, nos debemos permitir sentir lo que sentimos. El conflicto psíquico viene de la lucha interna entre dos sentimientos que entendemos como incompatibles y que, por lo tanto, hacemos callar o “apagar” a uno de los dos con la finalidad de salvar la disputa interna (inconscientemente lidiada, sea dicho de paso). Esto no funciona, silenciar un sentimiento interno no hace que desaparezca, tan solo que se eclipse temporalmente. La clave viene de poder conjugar la síntesis de los dos y no culpabilizarnos por odiar a alguien, aunque ese alguien sea el padre. Tras esa fase de reconocimiento, es necesario trabajar la aceptación y reelaboración para poder llegar algún día a dejar atrás las huellas emocionales que han marcado la historia afectiva de la persona condicionándola de la peor forma posible: no siendo consciente de ello.


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